Hace diez años Xavi Bou se preguntó cómo se vería el rastro del vuelo de las aves si pudiéramos percibirlo. Desde entonces, sincroniza su calendario y sus propios movimientos con el de distintos pájaros, investigando sus comportamientos e interacciones para hacer visibles sus patrones de vuelo. El resultado es una colaboración interespecie: en sus fotografías las aves dibujan en el cielo, inscribiendo su movimiento en el paisaje. Son los trazos del traslado, del juego, del cortejo, de la cacería; movimientos cargados de significado y quehacer. La belleza y el enigma del rastro.

Al referirse al rastreo, el filósofo Baptiste Morizot lo define como "la sensibilidad y disponibilidad ante los signos de las otras formas de vida." Si no vemos nada en la naturaleza—nos dice Morizot—"no es solo por ignorancia de los saberes ecológicos, etológicos y evolutivos, sino porque vivimos en una cosmología según la cual supuestamente allí no hay nada que ver; es decir, nada que traducir: no hay ningún sentido que interpretar."

Esta serie fotográfica nos recuerda que sí hay algo que notar e interpretar. En las imágenes el movimiento revela relaciones, sincronía con otros cuerpos, inteligencias, ritmos, lenguajes, códigos. Una manera de hacer sentido. Bou no nos ofrece una interpretación exacta de ese sentido del vuelo de las aves, pero al mostrarnos su rastro condensado en un solo instante y despojado del tiempo lineal, nos permite hacernos sensibles y disponibles a sus signos. Percibidos ya no en su anatomía sino en su movimiento, los cuerpos revelan su participación significativa en el mundo.

"...al enhebrar sus propios caminos a través del entramado, los seres contribuyen a su tejido siempre cambiante".

— Tim Ingold