NADA BRAHMA
Un ensayo sobre lo que el udu podria decirnos acerca de la sustancia de la vida.
La historia empieza contiguo a una ventana. Allí, la abuela de Edén Bernal pasó sus últimas tres décadas, apartada del mundo, encerrada en sí misma. No había otra opción: así es el destino de muchas mujeres que no encuentran otra ruta para sus vidas. Cuando ella falleció, había mucho que Edén todavía no había entendido. Quedaba algo de inescrutable en aquella mujer que había elegido un exilio interior.
Luego nos vamos a Sonora, a una zona desértica, ardiente y seca. El cambio climático, el mal uso del agua y las condiciones locales han desertificado lo que antes era un río y un manglar. La vida se ha ido desvaneciendo. Quedan, sin embargo, algunos pescadores, y entre ellos, algunas mujeres que, para Edén, comulgaban con ciertos aspectos de la vida de su abuela.
A Mercedes la conoció cuando ella tenía 79 años. Ahora, con 84, sigue pescando ostiones en aquel paraje, junto a su hermana Armida, de 80. Buscando ostiones en una tierra distante, se refugian del mundo, dejan atrás lo que alguna vez las encerró: el mundo dominado por los hombres, regulado por sus deseos y sus costumbres.
El proyecto de Bernal ha tomado varias formas: primero un cortometraje documental sobre Bertha, una vaquera que vive por su cuenta en el bosque, titulado Destierros. Posteriormente, siguió Exilios, un libro fotográfico donde el artista recopila sus diarios de campo. Ahora, El canto de la sirena es un largometraje en proceso que contará la historia de Mercedes y Armida: su exilio autoimpuesto, sus difíciles condiciones y su tesón se evidencian en este relato.
Mercedes dice que, cuando muera, se convertirá en una sirena para quedarse a vivir allí en los esteros. El deseo de ser otra cosa: de fundirse con la naturaleza. Su canto no será una trampa fatal, sino la vibración de la naturaleza con la que está compenetrada. ¿Cómo vivir más allá de los límites de lo corporal? ¿Cómo crear un mundo donde quepan quienes son excluidas de él?
Para Edén Bernal, este proyecto es una forma de reconciliarse con su abuela, de unir las partes de una historia que de otro modo se vería condenada a la fragmentación, la dispersión, el silencio. Por medio de tesoneras mujeres que luchan contra, o al lado, de una naturaleza inclemente, y en peligro por la acción humana, el artista cuenta vidas que no conoceríamos de otro modo. Se trata de vidas que se han retirado por su voluntad, para alcanzar una plenitud lejos de los estrechos límites de la sociedad patriarcal. En la soledad del agua, resuenan cantos de otras vidas posibles, que ellas han traído al mundo.
Alcanzar esta conexión requiere someterse a la contemplación y al paso del tiempo. Este proyecto ha tomado buena parte de una década. Seguirá todavía, mientras el artista encuentra la voz correcta para que emerjan las canciones de sus sirenas, una forma de construir el relato que nos permita adentrarnos en vidas alejadas a propósito, por voluntad. El exilio interior por el que han optado estas mujeres les abre la posibilidad de vivir de otro modo; es con transparencia y honestidad que otra persona puede acercarse a ellas y comprenderlo. Dice Bernal que es una forma de reconciliarse también con su propia masculinidad, ese fantasma quebrado que desune y fragmenta, que empuja ciertas vidas a los márgenes.
De este modo, asistimos en El canto de la sirena a la invocación de una posibilidad, la manifestación de cómo un documental o un proyecto fotográfico pueden abrir la puerta a nuevos mundos, distintos de los imaginados estrechamente y en la lejanía. Otras cosas son posibles. Compartir lo más íntimo es posible; no siempre deseable, pero posible. Estas sirenas nos hablan de lo que tenemos, lo que perdemos y lo que ganamos cuando enunciamos nuestra vida en nuestros términos. Es un ejercicio de escucha a cantos de los que muchos otros habrían huido. Es dejarse llevar a otro plano, otro tiempo.
La abuela, en aquel otro tiempo, escuchaba también. Callaba, pero escuchaba mucho. Sabía lo que había dejado en su exilio. Sabía lo que era posible en esta y otras vidas. Las mujeres-sirena nadan hacia su destino, su destino-otro, su futuro desvanecido en las arenas y las corrientes, donde nadie pueda atarlas más.
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Con cada entrega de la columna, Fernando Chaves nos adentra en el mundo del documental creativo por medio de una obra relacionada a la temática del volumen, abriéndonos a las infinitas posibilidades de este género que difumina los límites entre la realidad, la experiencia y la imaginación.