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EL PUENTE

por Alejandro Ferlini
El Puente
Parte anécdota, parte ficción, este relato cinemático se adentra en la sabiduría del pueblo originario Ngäbe y de su territorio, y nos invita a reflexionar sobre lo que decidimos construir cuando nuestro mundo parece colapsar.
Escuchá esta historia (narrada por Fabricio Fernández)

Esta historia tiene su origen de realidad en las palabras de Eusebio, Mayor de la comunidad de Alto Laguna, territorio Ngäbe de la Península de Osa y en una situación vivida por él. Don Eusebio me ha dado el permiso de tomar este origen y contar una historia a partir de este.  

Algunos personajes, situaciones, diálogos y conclusiones han sido aportadas y modificadas. Cualquier similitud con personas reales fuera del origen es mera coincidencia.

 

 

ALTO LAGUNA, PENÍNSULA DE OSA, COSTA RICA.

 

Oscuridad. Los sonidos de la selva prevalecen, al fondo un destello revela la tormenta siempre presente del sur. Los congos aúllan y sobre la calle de lastre se mira una pequeña luz acercarse. Una motocicleta pasa de largo, dos personas van en ella. Se detiene al final del camino y se baja Eusebio (60), lleva consigo una mochila y un saco de tela. La moto se devuelve por el mismo camino. 

Los primeros rayos del sol se hacen presentes y las primeras aves de la mañana comienzan su canto. Eusebio llega hasta la parada de bus y se sienta. Respira un momento. Se quita su mochila y revisa su celular. Entre el bosque se escucha un ruido, como cuando por el sendero se sabe que un animal grande está cerca. A Eusebio le llama la atención y dirige su mirada, cruza la calle y se acerca al origen del ruido. Eusebio silba suavemente como queriendo llamar algo, una pequeña luz se mira entre las hojas, Eusebio enfoca su mirada y vuelve a silbar, esta vez más fuerte, la luz se apaga y el ruido “sale espantado”. Del fondo del camino aparecen otras dos luces, se aproximan pero con ellas también el ruido de un motor. Es el pickup-taxi que Eusebio esperaba. 

Sobre el cajón del pickup viaja Eusebio con tres personas más, ya la mañana es un hecho y los rayos del sol comienzan a calentar. Eusebio mira los potreros alrededor y la humedad que nace de la montaña a lo lejos. Una de las personas lleva una mascarilla en su cara, Eusebio le mira un momento con algo de extrañeza. La persona se acomoda la mascarilla. 

El Golfo Dulce está calmado y el sol imperioso. Eusebio llega caminando hasta el embarcadero de Puerto Jiménez. Paga en la entrada su pasaje y se sube a una lancha. 

La lancha está abarrotada, cruza el golfo. Los delfines la rodean saltando a su alrededor, algunas personas se levantan a ver, el botero les llama la atención. Eusebio mira a otras personas con la mascarilla, luego se fija en la hora que marca su celular. 

En un salón comunal grande en Golfito, Eusebio es recibido con alcohol para sus manos y le ofrecen una mascarilla, la toma y se va a sentar. La reunión ya ha comenzado, unas quince personas están reunidas escuchando a un miembro del Ministerio de Salud de la comunidad. Eusebio se sienta, ve a las demás personas con la mascarilla y se la coloca en su cara. El oficial del ministerio anuncia sobre el nuevo virus que ha llegado al país. Dice que deberán suspender varias actividades en los próximos días. Algunas personas alzan su voz reclamando y lanzando preguntas al aire. El funcionario recalca que en el transcurso de los próximos siete días se reforzarán las medidas, se cancelará toda actividad pública presencial, clases y muchos negocios serán cerrados hasta nuevo aviso. 

De vuelta en Puerto Jiménez el bote llega justo cuando comienza a soplar un viento muy fuerte. La lluvia comienza a caer y Eusebio saca de su mochila un paraguas, sale del embarcadero y la lluvia comienza a intensificarse. 

En el bus, las ventanas son golpeadas por el aguacero. El chofer lleva puestas las noticias y Eusebio viaja en los primeros asientos. La radio anuncia medidas para todo el país a causa de un nuevo virus que se ha hecho presente en la región. 

Eusebio se baja del bus en el centro de La Palma y se guarece de la fuerte lluvia en el supermercado. Una van de una empresa turística se detiene frente al supermercado, de ella se bajan cinco turistas rubios, entran al super y compran varias cosas. Eusebio espera un poco y el pickup pasa a recoger a Eusebio quien, a como puede, esquivando la lluvia, se mete en el carro. 

Dentro del pickup Eusebio se seca un poquito el agua de lluvia, el conductor (30) va escuchando música corrida mexicana. Eusebio le hace ver al conductor que la lluvia no va a parar. El conductor le dice que es solo por hoy pero que ha llovido todo lo de un mes, tras un silencio, le dice también que la quebrada se estaba llenando. Eusebio se preocupa. Tras avanzar un tiempo la lluvia cesa un poco. Llegan hasta la quebrada y la misma está llena. No se puede pasar dice el conductor, y que van a tener que esperar. 

Anocheció, Eusebio vuelve caminando a su casa, todo está oscuro y solo se escuchan los grillos y los truenos a lo lejos. Se escucha un sonido desde el bosque, Eusebio se acerca y de nuevo mira una luz flotando entre el matorral, la misma se desvanece. 

En el planché techado al frente de su casa Eusebio envía unos mensajes de voz. Dice que es importante reunirse mañana en el salón comunal de la Asociación de Desarrollo (ADI). Minerva (50) su esposa le trae un plato con comida y Eusebio se sienta a comer. 

A la mañana siguiente Eusebio llega al salón de la ADI. Están reunidos varios. Eusebio les dice que hay que volver a pedir plata a la municipalidad para reconstruir el puente, es necesario comprar grava y otros materiales y que si no les ayudan, al menos tienen que construir uno para peatones. Otras personas le hacen ver la preocupación por el virus. Eusebio atiende la preocupación pero dice que se deben mantener calmados y siguiendo las instrucciones del gobierno. Un hombre se levanta y les dice que abajo la comunidad quiere construir un portón para no dejar pasar a nadie, algunos se ven contentos con esa propuesta, Eusebio se mantiene callado. 

Durante el almuerzo en casa, Eusebio envía otros mensajes de voz diciendo que tiene que ir a la oficina municipal a solicitar plata para arreglar el puente. Su familia está sentada en una mesa comiendo arroz, frijoles, yuca y un poquito de pollo. Edilsa (20), una de las hijas, busca a Negro, su perrito, hace días que no lo ve. Alrededor de la mesa hay tres perros más, varias gallinas y gallos y un chompipe que ronda la casa cuidando su territorio. Edilsa le pregunta varias veces a Eusebio por Negro, él le responde que seguro ahí vuelve. Pero luego le pregunta que hace cuántos días que no lo ve. Edilsa dice que hace ya como tres días, que nunca se va tanto. Minerva responde que ese perro es muy montañero, pero que es cierto que nunca se ha ido tanto. A Eusebio le suena el celular y escucha el mensaje de voz de un hombre diciendo que la oficina está cerrada hasta nuevo aviso por el virus. Eusebio vuelve a grabar un mensaje, le dice a Pablo que le diga a otros amigos que mañana van a ir a sacar grava al río para mejorar la pasada porque después se vienen más lluvias y no van a tener paso. 

Al día siguiente Eusebio, Pablo (25) y dos amigos más están en el río paleando para sacar un poquito de grava, la meten en sacos y la suben por el sendero. Pablo le pregunta a Eusebio si ya encontraron a Negro, Eusebio le responde que no. En el río se sientan un rato y conversan de varias cosas, entre esas el virus. Eusebio les recalca que deben seguir las instrucciones pero que tampoco deben temer, que en el bosque están sus medicinas y todo lo que necesitan, pero que muchas personas tienen que seguir yendo al pueblo a trabajar y a continuar con sus vidas. Al subir las ultimas bolsas con grava hacia la calle, miran pasar a varias personas con fierros y otras herramientas. Eusebio le pregunta a una señora que qué pasa y ella le responde que van a ayudar a construir el portón abajo para que nadie entre. 

Por la tarde, en el planché, Eusebio recibe a un grupo de documentalistas que andan haciendo entrevistas sobre el impacto del virus en las comunidades. Están terminando la entrevista, pero las preguntas del director sobre el virus no le importan mucho a Eusebio, quien le contesta que es importante seguir las instrucciones pero también es importante cuidar la naturaleza, pues ahí están las medicinas que necesitan. Cuando el director corta, Eusebio se acerca a su celular y graba otro mensaje de voz. Pregunta qué paso abajo con la gente y el portón. El equipo de documentalistas se despide de Eusebio y se va en una Land Rover Grande. Eusebio los despide amablemente y vuelve a su celular, recibe un mensaje de voz diciendo que ya el portón mañana mismo lo van a terminar y no va a poder pasar nadie más ni salir nadie por un tiempo, a menos que sea por fuerza mayor por culpa del virus. Al fondo Edilsa llama a Negro. 

Esa noche en total oscuridad Eusebio no puede dormir, se levanta de su cama y enciende una luz, va hasta la cocina y se sirve un poco de agua. Se asoma por la ventana y entre el matorral mira de nuevo la luz resplandeciente, a lo lejos se escucha un perro ladrar, esto llama la atención de Eusebio, y susurrando un grito llama a Negro varias veces. La luz desaparece y Eusebio se queda mirando hacia afuera. 

En el día se reúnen de nuevo en el salón comunal de la ADI. Eusebio les dice que no deberían estar gastando plata de la ADI en ese portón, que solo va a entorpecer cosas, que deben terminar el puente peatonal, que él junto con Pablo han estado construyendo las bases. Un hombre le responde que ya el portón está prácticamente listo, que es una necesidad por el bien de todos. Eusebio responde que no está de acuerdo y que la idea había sido de personas fuera del territorio Alto Laguna, que es para beneficiar a finqueros y cobrar la entrada. 

Al amanecer siguiente, Eusebio baja caminando de su casa con herramientas al hombro, aún está oscuro, en eso se escucha un perro ladrar a lo lejos, Eusebio comienza a silbar y llama a Negro varias veces, de repente su rostro se ve iluminado, Eusebio se encandila un poco, no sabe qué sucede, pero es la luz de una moto, es Pablo. Eusebio se sube en la moto y se van. 

Pablo y Eusebio están trabajando al pie del cañoncito del río, sentando la base para un pequeño puente. Tras un rato de trabajar y con el sol apretando, se sientan en la sombra. Pablo se baña en el río mientras Eusebio está pensativo. Eusebio le dice a Pablo que él cree que Negro aún está vivo, que anda por ahí, pero que no sabe. Pablo desde el río le dice a Eusebio que Edilsa quiere mucho a ese perro, luego le dice que cuando su abuela murió nunca más vieron a Oso. Eusebio recuerda a Oso, le dice a Pablo que es cierto que Oso nunca más volvió. Luego le dice a Pablo que sigan trabajando un rato que sino nunca van a terminar. Pablo responde que ellos dos solos nunca van a terminar. Eusebio se levanta y comienza a irse, le dice a Pablo que sí, que mejor siguen mañana cuando los otros les vengan a ayudar. 

Eusebio llega hasta la entrada de su casa, ya está comenzando a caer la tarde, los rayos del sol se filtran de forma más horizontal, las lapas se asientan en los árboles y los perros ladran. De la entrada de la casa sale corriendo Minerva, despavorida le dice a su Eusebio que a Edilsa le acaba de morder una serpiente, Eusebio corre hacia la casa, Edilsa está en el planché con su tobillo sangrando. Eusebio toma su celular y salen de la casa cargando a Edilsa a como pueden, afuera ya les espera el pickup. 

Llegan hasta el río donde aún está Pablo, le cuentan todo y les acompaña con la motocicleta. Minerva le hace un torniquete a Edilsa mientras Eusebio le toca la cabeza. Le dice a Minerva que tienen que conseguir una planta. Minerva le dice que sí pero que primero la ambulancia en el pueblo. El pickup avanza a toda velocidad, baja las cuestas y llega hasta los potreros, al final del camino está el portón. Es un portón de hierro grande y no se puede “chocar” pues el viejo pickup no tiene tanta fuerza. Tiene varios candados, no se puede abrir. Edilsa comienza a perder el conocimiento. Eusebio le dice a Pablo que se devuelva donde Carmelo que tiene herramientas para despedazar los candados. Pablo se va mientras el conductor le pega patadas al portón. Eusebio se acerca, acaricia a Edilsa y le dice a Minerva que ya viene. Se adentra en el bosque. 

Eusebio entra corriendo al bosque, corre varios metros hasta llegar cerca de otra quebrada, mira para varias direcciones sin encontrar lo que busca. Un destello le llama la atención, Eusebio lo mira, se dirige hacia la luz y en un árbol ve a Negro oliendo unas plantas. Eusebio se acerca, corta las plantas mientras mira a Negro. Se escucha un pito de una moto, Eusebio vuelve a ver, mira de nuevo hacia donde Negro pero éste ya no está. 

Eusebio vuelve al portón, el conductor y Pablo terminan de cortar el último candado y botan el portón, Eusebio le da a masticar unas plantas a Edilsa. Siguen su camino rápidamente. 

De día, en el pickup, vuelven Eusebio, Edilsa, Minerva y el conductor. Pasan por el portón y un finquero le está poniendo de vuelta unos candados.

El río está crecido, el pickup no puede pasar y tienen que subir por el sendero hasta su casa. 

Al llegar a la casa, Edilsa se echa a descansar en una hamaca, Minerva atiende a los animales, mientras Eusebio envía varios mensajes de voz, uno de ellos diciendo que tienen que terminar el puente. Los perros comienzan a ladrar. Edilsa vuelve a ver y llama a Negro con emoción. “¡Negro, Negro, Negrito!” grita Edilsa. Negro vuelve a su casa. 

 

Fin 

 

En la cultura Ngäbe, los perros son animales mágicos que sirven a las personas de Puente hacia el “otro lado”. Hacia la muerte. En palabras de Eusebio, mayor indígena Ngäbe del territorio de Alto Laguna en Península de Osa: “El perro es una persona en el otro lado, allá ellos son los que nos cuidan a nosotros”.

CRÉDITOS

Texto 
Alejandro Ferlini 

Narración
Fabricio Fernández Saborío

Ilustración
Christian Wedel 

2022. Península de Osa, Costa Rica. 

Publicado en Mayo, 2022 
Volumen 5, Número 7
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