Lengua
Sobre los portales que nos conectan a otros cuerpos
araña
silencio
más fuerte
"Problemas"
“Déjalos hablar”
“Opo langi”
"Doble déjalos hablar"
El dominio holandés en Surinam duró tres siglos, estableciendo una colonia de plantación cimentada en la mano de obra esclava que suministraba en su mayor parte la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Se calcula que unas 213.000 personas fueron llevadas a Surinam como parte del comercio transatlántico de esclavos. En las plantaciones, la comunicación entre las personas esclavizadas estaba fuertemente vigilada y reprimida —y ellos a menudo hablaban idiomas diferentes entre sí— sin embargo, encontraron un terreno común a través de canciones, cuentos, textiles, trenzas y toda una serie de códigos creativos que ocultaban sus mensajes a plena vista. Crear estos lenguajes secretos no sólo les ayudó a sobrevivir, organizarse y resistir, sino que también les permitió preservar su propia versión de la historia a través del tiempo.
Michelle Piergoelam es una fotógrafa holandesa de ascendencia surinamesa. Sus padres emigraron a los Países Bajos cuando eran apenas unos niñes y perdieron el contacto con su cultura surinamesa como consecuencia del proceso de asimilación. De manera que cuando Michelle sintió curiosidad por sus raíces ancestrales y por un lugar en el que nunca había estado, se sumergió en esos lenguajes secretos que guardaban la historia de sus antepasados. Su proyecto en curso, Los relatos desenredados (The Untangled Tales), explora los mitos, canciones y códigos que las personas esclavizadas utilizaban para comunicarse, y que han sobrevivido gracias a la historia oral. Su proyecto es un intento de documentar la historia desde la perspectiva de las personas esclavizadas.
El primer capítulo de su proyecto, también titulado Los relatos desenredados, surgió de los mitos de Anansi, las historias sobre una araña astuta que se enfrentaba a un tigre que intentaba hacerle la vida miserable, y que a menudo lo derrotaba mediante engaños y travesuras. Las historias de Anansi eran una de las formas que tenían las personas esclavizadas de codificar mensajes cuando se reunían a contar historias por la noche. En este mismo capítulo, Michelle también explora los pañuelos angisa, otro lenguaje secreto que se desarrolló tras los años de esclavitud y que utilizaban sobre todo las mujeres, quienes transmitían mensajes como «Déjalos hablar», «Espérame en la esquina» o «Problemas» a través de la forma en que plegaban sus angisas. La segunda parte de este proyecto, Canciones en una tierra extraña, se traslada al agua para encontrar las canciones que cantaban los remeros por la noche. Como en las muchas otras actividades laborales en las que las personas esclavizadas cantaban, las canciones que ofrecían a los espíritus y a los antepasados les ayudaban a hacer más llevadero el remo y a encontrar su ritmo colectivo, —y a la vez, las canciones eran información y mensajes ocultos viajando a través de las plantaciones mientras navegaban por el río.
Ahora bien, ¿cómo fotografiar lo que se supone que debe estar oculto? ¿Cómo hacer visible lo invisible? Lo brillante de este proyecto es que Michelle no se limita a recontar la historia o revelar los códigos, sino que también imagina cómo se contaron esos mensajes: en qué espacios, con qué elementos y gestos, en qué circunstancias, a quién y con quién. Es decir, la materialidad, relacionalidad y corporeidad del lenguaje. Y así, la palmera, el gesto de la mano, el agua, la noche, la araña, el bosque, la tela: todos se convierten en narradores de la historia, todos hablan. Este proyecto nos recuerda que para «ver» el lenguaje hay que ver los cuerpos, las materialidades, los paisajes y los contextos en los que existe. Las fotos nos presentan un mundo que habla y, por lo tanto, nos piden que veamos a ese mundo como capaz de hablar.
Que las personas esclavizadas pudieran ocultar sus mensajes a plena vista no sólo nos dice algo sobre su creatividad e ingenio, sino también sobre las limitaciones de los esclavistas, cuyos prejuicios y suposiciones les impidieron reconocer que otres también eran capaces de una comunicación compleja: de conceptualizar y expresar su propia experiencia del mundo, sus propias cosmovisiones, sus propias aspiraciones y posibilidades futuras. Las personas esclavizadas, en cambio, encontraron formas de entablar conversaciones que incluyeran todo lo que les rodeaba, visible e invisible. Desarrollaron relaciones y lenguajes comunes con extrañes, con una nueva tierra, con los elementos y los espíritus. Ya fuera a través de historias de una pequeña criatura que derrota a una bestia poderosa, de advertencias plegadas o de cantos a los espíritus del agua, su proyecto emancipador —la imaginación de un mundo más allá del impuesto— era una conversación diversa y más-que-humana.
En tiempos de crisis ecológica y persistentes sistemas de opresión, el proyecto de Michelle nos recuerda la sabiduría y la fortaleza demostradas por las personas sometidas al desarraigo, a sistemas violentos y a una incertidumbre constante. En sus difíciles circunstancias, encontraron aliades en todo su entorno y aprendieron a escucharles y a hablarles, poniéndose en conversación con el mundo. Contaron historias que todo el mundo podía oír y ver —sólo aquellos cegados por sus prejuicios no pudieron entenderlas. Siglos después, esos relatos y canciones siguen aquí, portando un mensaje tanto sobre el pasado como el futuro.
Los relatos desenredados fue publicado como un foto-libro, que podés adquirir aquí.
Fotografía
Michelle Piergoelam
Texto
Alessandra Baltodano
Países Bajos. 2020 (en proceso)
Publicado en Octubre, 2024
Volumen 9, Número 2