Oseni
Un espacio para escuchar las voces del océano.
Los jtsökolpa o cantores fúnebres bribri cantaban para que las almas de los muertos pudieran regresar a su lugar de origen, al mundo de Sulà. Cantaban canciones en un lenguaje que se hablaba mucho antes de que los humanos caminaran esta Tierra, el lenguaje del universo. Muchas de las canciones estaban dirigidas a ciertos animales y seres sobrenaturales que son guías y protectores de las almas cuando emprenden este camino (1).
Los católicos creen que al morir solamente las almas perfectamente purificadas, tras su juicio particular, van al cielo. Otras almas que mueren en la gracia y amistad de Dios, pero que están ‘imperfectamente purificadas’, pasan por el purgatorio antes de poder entrar al cielo. Es a través de los rezos, indulgencias y obras de penitencia de los vivos que estas almas logran su purificación y seguir su camino.
En ambas tradiciones es necesario un ritual que ayude a estas almas a volver donde su creador, en ambas es una práctica colectiva: un acuerdo esencial de que alguien va a ayudar a tu alma a llegar a su destino. Una guía.
Reconozco que no pertenezco a ninguna tradición, pero sé que existe una esencia en la materialidad que atraviesa y anima al mundo. A través del animismo he logrado ver más allá de los dogmas científicos y religiosos predominantes en esta época. Pero me es inevitable preguntarme, ¿adónde buscar rituales que sostengan mi espiritualidad si no pertenezco a ninguna tradición?, ¿cuáles prácticas rituales sostienen nuestra espiritualidad? ¿Adónde buscar guía?
Encuentro refugio al pensar que si hay almas perdidas en este y otros planos de la existencia, deben de existir los lenguajes que las puedan guiar. Mi alma —hoy viva— siente familiaridad con ese sentimiento de orfandad.
Imagino almas en una selvapurgatoris esperando escuchar las canciones que les muestre el camino, añorando los rezos que limpien su carga y buscando señales que les indiquen que ya es tiempo de volver.
Promesa autoinfligida
de vidas pasadas
que sacian mi fe
de senderos en montañas
residuos que erijo
para deshilachar las taras
de fantasmas que confirman
lo que hemos olvidado
Búsquedas incesantes
de símbolos que sostengan
el Orden del Cosmos,
Flor de Cactus
Figura Divina,
que no castigue
Origen de la vida,
que prescinda de palabras
El Final de la existencia
con los ojos desbordados
El agua que transporta
el dialecto universal
la espuma en mi boca
permiso para entrar
irreductible experiencia
reverencia animal
una capilla violenta
resurge sin parar
No creo en su Diablo
pero sí en la Oscuridad
¿quién cantará por mi alma
cuando no esté en este lugar?
En la cultura bribri, Duwàlok, el señor de animales, castiga a los cazadores que no cazan adecuadamente y dejan a los animales heridos. Shulékma es enviado por Duwàlok a cazar a los cazadores con sus flechas, las cuales son serpientes (2).
Sin entender si estaba vivo o en la selvapurgatoris, el primero de octubre volví a nacer. Una pasó cerca, era una letal, una terciopelo. Después seguí sintiendo su asedio. En cinco días me topé con un eclipse solar y doce serpientes: cuatro venenosas, siete no peligrosas y una muerta.
Seguí encontrando serpientes. Con humildad y miedo pregunté al sendero qué estaba haciendo mal. Luego miré mis manos y en ellas mi cámara fotográfica, entonces entendí que yo era una especie de cazador.
Sentí que me encontraba bajo ataque de un maleficio, recordé a los guardianes y pedí una señal. Minutos después apareció una tamandúa que me hizo llorar mientras me decía que aunque las señales puedan decir una cosa, no toda interpretación tiene que ser la búsqueda de una certeza.
Un rezo se convirtió en una epifanía: tengo que hablarle al mundo.
Hierofanías que me guíen,
no tengo
escasez de asombro,
me asusta
gratitud por aire,
la celebro
El rostro de Dios,
no me importa
el Paraíso,
se desplaza conmigo
la Muerte,
silencio patagónico
Al humo sanador
nueve tobobas en mi camino
el tambor mediático
tra-mundos
a quien me espera del otro lado
no lo reconozco
Especialistas espirituales
nativos del dolor
magia contagiosa
traduce mi emoción
mi lengua es escasa
todos danzan la canción
respeto al awá
despellejo el Español
hechizo de tamandúa
como una herida en el talón.
Deseé que mi padre también estuviese perdido en la selvapurgatoris, pero solo para encontrármelo y hablar de la geopolítica mundial, como lo hacíamos los domingos en el corredor con una taza de café y su tercer cigarrillo del día a las 8am. Su alma, posiblemente, sí había llegado a un destino, cuando murió llevamos a cabo todos los rituales católicos que eran necesarios para el despacho de su alma. Desde entonces no voy a misa, y nos vemos solo en sueños.
Un día salí a un jardín abandonado a la tristeza. Sembré un árbol encima de los restos de mis guardianes caídos, y les planté el nombre de cada une para invocarles cada vez que los pronunciara.
Nunca te gustaron
mis lápidas de aire
los huesos que extirpaste
pertenecen a los vivos
la sombra que te estorba
repleta de sonidos
su permanencia reclama
este instante evolutivo
en rellenos de tierras enfermas
los cusingos regresaron
Años atrás en la selvapurgatoris conocí a un diablo. Por mucho tiempo compartimos una amistad, recuerdo que me gustaba estar a su lado e irradiarme de la libertad y protección que emanaba solo con su presencia.
Con el tiempo pude ver su poder: le pedía explicaciones sobre el origen y me las daba, le preguntaba sobre seres fallecidos y me decía sus mensajes, le contaba un sueño y, sin yo pedírselo, días después me explicaba cuál era el mensaje cifrado en esos sueños. No dudaba de sus palabras y su poder. Lo dejé entrar a mi casa, tocar a mis perros, compartir con mi familia. La amistad creció, y ante mi escasez de rituales, juntos creamos nuestros propios ritos.
El día que nuestra relación comenzó a cambiar fue cuando noté como todo a su alrededor siempre estaba en llamas… todo, excepto su bella forma.
Con los años empecé a dudar de su lenguaje macarrónico, encontré huecos en sus explicaciones, percibí su predilección por acciones frívolas. Nuestra amistad se fue distanciando, poco a poco, ninguno de los dos soportaba la presencia del otro. Pero había rituales que nos mantenían unidos.
Una tarde el diablo vino a visitarme a la casa después de muchos años. De una manera fugaz y sin aviso mi perra lo atacó. Cuando trataba de detener la violencia vi las capas interiores de su ser y me asusté, entonces dejé que mi perra terminara de corretearlo fuera de la propiedad.
Sentí tristeza. Y asombrado por lo que acababa de presenciar, recordé a aquel amigo que me había dado compañía en la selvapurgatoris y que había apaciguado mi ansiedad al pronunciar las palabras que necesitaba escuchar en aquel entonces. Entonces, con desasosiego, también recordé que había sido yo quien lo anheló… Había sido yo quien le concedió el poder sobre mi alma para que él pudiera jugar con mis deseos.
Miré al suelo y encontré su anillo.
Romance inter-especie
de múltiples milenios
hablé con tus palabras
y no supiste defenderte
Guardiana Cósmica
mueve balsas sin remos
El anillo, de agüizote
lo tiré al monte
con gusanos y cocos
una selva crecerá
con los guácimos y el plástico
que se fusionarán.
‘Los sueños tienen un lugar en el mundo’
Charles Foster.
Bajo un aguacero,
pero seco no quiero estar
elijo el fuego implacable
que deja flores fosilizadas
donde hubo alguna vez
un fantasma por conjurar
No encuentro esas ruinas
en mi cartografía personal
lejanos mitos de hoyos negros
no me dejan contemplar
Quizá los monumentos del alma
no tienen un lugar
la memoria un espacio atemporal
al que llegamos en sueños
de forma no-lineal
despojándonos de los cuerpos
que nos hacen vibrar
con el miedo de un niño
cuando ve a su madre llorar.
Cuando veo más allá de la racionalidad que impera en el lenguaje que empleamos a diario, y acudo a las palabras reconociendo su incidencia en la realidad, recuerdo lo sagrado que es el regalo de manifestar a través del lenguaje —todos los días— otros mundos posibles. Mis rezos son una forma de hablarle al mundo, y de recordar que en algún lugar existen oídos que los escuchan y corazones que los atienden.