Texto

Las pesas de la isla

por Sky Hopinka
En relación con los cuatro espíritus del agua que sostienen la tierra en su lugar, una de tantas historias de la cosmología Ho-Chunk, Hopinka explora el lenguaje para conjurar a estos seres, buscando rumbo mientras viaja por los límites y masas de agua de su tierra natal.

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Quien creó la Tierra
cobró conciencia
y descubrió que estaba a solas en el vacío,
y comenzó a llorar.

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A medida que las lágrimas caían, empezaron a acumularse y formaron las aguas resplandecientes. Quien creó la Tierra deseó entonces que apareciera tierra firme, y en medio de las aguas surgió la tierra. Pero la creación no estaba quieta, sino que se movía como las olas del mar. Luego cubrió la tierra de piedras y hierba, pero seguía sin estar tranquila. A continuación hizo los cuatro vientos y los colocó en los puntos cardinales, pero la tierra aún no estaba tranquila. Finalmente, hizo cuatro serpientes gigantes y en cada una de las cuatro esquinas de la tierra arrojó una de cabeza. Por fin, la tierra descansó.

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La soledad expresada en esas palabras vivió en mis pensamientos en reposo durante años. Según continúa la historia, la creación de la Tierra fue un proceso, y uno de esos procesos consistía en encontrar quietud en el caos de la creación. Las cuatro serpientes gigantes que finalmente sostuvieron la tierra en su lugar son las Pesas de la Isla, o Wijirawaséwe, y sus nombres son, Yoiréreginagere, Rek'úhuhíra, Háboguominagara y Siniwagúreginagere, del oeste, sur, este y norte respectivamente. Son espíritus de agua, o Wakjéxi, y son seres complicados.

Esto es una búsqueda de estos ancianos Wakjéxi, escrito como una carta a un ser querido, buscando orientación y descanso a través de deambular por paisajes alrededor de los límites de nuestra tierra natal, Waazija. Desde las aguas del lago Michigan hasta la montaña fluvial de Trempealeau, en el Mississippi, pasando por la antigua ciudad de túmulos de Cahokia y las arcillas azules del norte de Minneapolis, estos lugares contienen nuestra historia y nuestro futuro, y en estas tierras está presente el cuidado y la preocupación por las Pesas de la Isla que envejecen. A través de esta peregrinación esperaba formar parte de cualquiera que fuera el conjuro necesario para el renacimiento y el rejuvenecimiento en estos seres, y en mí mismo, ya que la inquietud en estas tierras y en estas vidas necesita el peso de anclaje de los Wakjexi y el equilibrio que proveen.

Wijirawaséwe

Estuve al sur tuyo hoy,
buscando las Pesas de la Isla.
La tierra es una isla que
se ha tensado contra las ataduras
que la sujetan en su lugar,
y las Pesas están cansadas.
Son viejas y se han ido,
yendo al lugar donde el río
se traga el lago.
El Niño del Río canta su canción
y dejamos caer nuestras plegarias en el agua azul y negra.
«¿Qué harás de mi cuerpo?
¿Qué harás de mi cuerpo?»
Algún día, eventualmente, encontraremos a las otras,
a solas y a lo largo de las oscuras orillas.

Aún así,
la superficie está en calma y una Pesa de la Isla emerge,
y te dice—
Estoy cansada de ser temporal,
Estoy cansada de un eventualmente,
te oí cantar anoche en la ribera
en lo alto de la montaña, en el acantilado que mira al oeste.
La mayor de nosotras está en el este
y también está cansada.
La ciudad respira y se eleva
respiraciones profundas agitándose y ondulándose
cuadra abajo y hasta tu calle
luchando y tirando contra las cuerdas
sujetas por la Pesa del Este.

Vos preguntás,
«Si giraras libremente, ¿te mecerías o
te encorvarías alrededor de los bordes
de los que estuviste tan lejos durante tanto tiempo?
¿Rastreando los caminos fáciles por los que duele sentirse libre?».
Allí,
te veo en lo alto
arrancando las líneas
que nos mantienen firmes.

+

Los huesos del esturión están esparcidos por todas partes,
y el Niño del Río canta su canción.

Entre los huesos la médula respira vida
de vuelta a los muertos,
y digo
te amo y te amo.
Volvé a dejar caer tus plegarias
y mirá abajo hacia la ventana de
la tierra
y vos decís,
«Ah qué oscuro sos, Hikiwárekega.
Salí para poder devolverme a casa».
La ventana se queda quieta.
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Yoiréreginagere

De camino al Hotel Trempealeau
me detuve a lo largo del Mississippi y me pregunté
si este es el límite de la Pesa del Oeste.
El río fluye rápido y los puertos albergan barcos
ostentosos y blancos
brillando al sol al mediodía
dejándose ir hacia el solsticio de verano.
En lo alto de la montaña están los llanos
las plataformas las colinas
donde todo comenzó.
La maleza es espesa mientras cruzamos el puente
sobre las vías del tren que confinan
la isla a la tierra
negándole los mantos de agua que se encharcan y pasan
alrededor de su base,
como antes de que recibiera su nombre.
Xeniaja, durante mucho tiempo.
Remojándose en la Montaña Remojada
en la maleza se asientan serpientes
de la tierra y del agua
esperando
protegidas—protegiendo
y denunciando un mundo húmedo.
Muerte en las vías al otro lado del río
y vos te paraste en las cataratas,
cataratas de otro tiempo todas secas y
de paredes lisas
lavadas por el roce gentil de
eones y eras y ancestros.
El verdor y la violencia zumban debajo de todo aquí.
Pero no vos,
tiernamente.
+

Rek’úhuhíra

Los pájaros y las estrellas estallaron hace mil años
y la deidad cahokiana nació y se extendió
a las tierras del norte y al río a su lado.
Le llamábamos Estrella Vespertina
que venía y se levantaba con el paso del sol
y se convertía en un mapache
cuyas manos se purificaban bajo un brillante cielo azul.
«¿Dónde está la Pesa de la Isla?», preguntamos,
y Estrella Vespertina no sabe nada de sus parientes,
tranquila y firme
las direcciones que nos da nos señalan más al sur,
más allá de la antigua ciudad
a través de las aguas de Nį̄kúsaxéte.
Flotamos hacia el sur en una canoa de aluminio
guiados por corrientes formadas por el cieno
y la tierra de montañas lejanas
de las que sólo puedo hablarte.
Quizás algún día,
quizás pronto,
llegaremos a la cabecera y encontraremos a Rek'úhuhíra
y le daremos la vida que hemos cargado.
El calor del verano nos cansa y
nuestros hombros y nuestras espaldas están oscuros y rojos
arrastrando el agua detrás de nosotros
a medida que avanzamos.
¿Qué es esta Pesa cargada por corazones pesados?
Se concedió una vía de paso
para cruzar a la ribera occidental,
volcada por los recodos del río
que se tragaron el lago.
+

Hą́boguominạ̀gara

Caballos desbocados recorrieron nuestros sueños
y nos arrastraron finalmente hacia el este
hacia la Pesa que yace enterrada en la tierra.
La bóveda del cielo está sujeta por cuatro puntos
un lienzo extendido más allá de
lo que vos, o yo, o ellos
podamos ver.
Sin embargo, ahora se sacude,
así como la tierra comenzó a temblar de nuevo
también lo ha hecho el firmamento,
alborotado y ansioso de que llegue de nuevo la muerte.
La mayor yace
esperando que nuestros corazones se llenen de nuevo.
Ellas huyeron y nosotros huimos
persiguiendo una historia olvidada pero no perdonada
chillando contra esas viejas cuerdas puestas sobre pilares
por un soñador subterráneo,
aún no despertado
por nuestras súplicas
y nuestra devoción.
+

Siniwagúreginągere

Río arriba hacia el norte
pasa un largo tiempo a lo largo de un largo lago
donde encontramos a la más joven de las Pesas.
Nosotros también éramos jóvenes,
allí en lo alto.
Tu reflejo se asienta claramente en el agua
pero no pude mirarte
aunque te vi.
Había una paz en la calma
que aliviaba el dolor de nuestro viaje,
un bálsamo que necesitábamos desde hacía mucho tiempo.
La arcilla brillaba azul mojada por las aguas y el chapoteo de los niños.
Tal como quien creó la Tierra miró una vez al vacío
lloró,
y
las lágrimas
se convirtieron en las aguas
que se convirtieron
en la esencia de los espíritus.
Reunimos nuestra arcilla azul
y construimos y formamos los cuerpos
de las jóvenes Wakjéxi.
Nuevas otra vez,
nacidas y revividas de la médula aún blanda y pesada.
Esto es para vos, y para una tarde.
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The Island Weights es un poemario de Sky Hopinka, publicado por Stereo Editions en una edición tipográfica limitada. Podés adquirirlo aquí.

 

CRÉDITOS

Texto
Sky Hopinka

Estados Unidos. 2021

Publicado en Diciembre, 2024
Volumen 9, Número 11

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